Crónicas de Muñozo | Días de Radio de un Profesor
Crónicas de Muñozo.- Ni recuerdo cómo lo conocí. Sólo que llegué a la Escuela República de Chile, en la República Independiente de Melfequén. Pregunté seca y altaneramente por el Director. – “Espere aquí” – me dijo un hombre alto y mayor, con una cotona azul deslavado y una escoba bruja entre las manos, que al parecer era el amo de la limpieza, muy parecido a Guillermo Albornoz, «El Barredor». Serían como las 16:00 horas y era ya casi fin de año, y las calles de tierra del lugar eran intransitables, por los hoyos que tenía, y porque el viento de la tarde, hacia arremolinarse el polvo en todas direcciones. Era una imagen nítida de Macondo de Gabriel García Márquez, en Cien Años de Soledad, cuando estaba a punto de desaparecer de la faz de la tierra. Las casas contiguas a la escuela, estaban tan empolvadas como los perros, los gatos, las flores, los álamos añosos, los restos de tapas de hualles, las ventanas pequeñas de los frontis de las pequeñas casas de madera resecas por los años, con distintos colores dependiendo del tipo de madera utilizada para su construcción. La escuela era como un templo desierto. No volaba una mosca, menos un ser humano. Demasiado orden para mi gusto. Para apaciguar el tedio de la espera, comencé a ver fotografías de niños que seguramente ya eran adultos y profesores y profesoras que ya no eran parte de este mundo. De las paredes de tablas pendían innumerables fotografías de niños que ya habían pasado por esa escuela, de la cual, Armando Guerra Stegmaier, era el Director. Su apellido era en sí una contradicción. Por una parte “Guerra”, y por el otro Stegmaier que traducido, significa “constructor de Puentes”.
Al caminar por ese enorme pasillo, las tablas del piso rechinaban. Ya me aburría cuando saltó el pestillo de una habitación pequeña, y salió un hombre alto, y aunque los patos asados caían en el desértico Melefquén, el hombre venía, como dice mi santa madre, «forrado», con una corbata perfecta, con un nudo perfecto, y una bufanda escocesa al cuello. Como que adivinó mi mirada sarcástica y burlona y solo me dijo – «hace frío». Me sorprendió su voz de un agradable conversador. – Hola, me dijo, soy Arse Guerra. Como que el nombre “Arse” no me sonaba, pero me guardé la opinión para no incomodar. Hola, respondí ceremoniosamente.
Como es una crónica sobre él y no sobre mí, no contaremos -aquí- a que fui. El caso es que terminé el trabajo en esa escuela y nos dejamos de ver. Nos perdimos de vista un tiempo, hasta una tarde, después de ordenar los libros en mi casa, tomé un respiro y me preparé ritualmente una “chupilca con tinto, con el correspondiente “enjuague” y comencé a deambular por el dial, y pasé por la Radio Acústica y las Canciones Bonitas como Dice «El Tío», don Juan Carlos Cáñoles, cantaban los Ángeles Negros. No me detuve mucho y di con la Radio Panguipulli, donde un locutor hablaba como campesino y enviaba mensajes a los vecinos, casi todos del campo. Con una voz inconfundible y pintoresca decía “y un saludo a mi amigo que me escucha en Cultruncahue, mi Amigo Don Genaro Curilém, que pase por la radio a buscar una carta que le envió su hija desde Santiago”. En verdad, no se conocían.
Así fui cambiando el dial hasta que di con una voz me sonó familiar y como que no era de este mundo. Esa voz divagaba, que hablaba consigo mismo y en voz alta, opinaba de todo con cierta sorna. Más bien interrogaba a los oyentes, y dejaba en el aire preguntas más cercanas a la metafísica que al mundo real. Esas interrogantes quedaban dando vueltas en las ondas de radio que sobrevolaban Panguipulli. No sé si a alguien le importaba, pero ahí estaba cada tarde abriendo un programa de una hora, con canciones que a veces coincidían con la conversación o más bien con el monólogo, y otras veces no andaban ni por los palos. Un día cualquiera en la calle me vio, afinó la puntería y me gritó «Anda a mi programa para que conversemos po», lo que significaba, «anda para que armemos polémicas y nos riamos de todos». Fui. La primera pregunta a quema ropa, que fue como un misil en medio de mis ojos y que me fue muy difícil responder (si me hubiera preguntado por astrofísica, o por el chupacabras, habría sido más fácil). Me preguntó sin rodeos ni anestesia: ¿»Eres felíz»? Solo atiné a encogerme de hombros. “Supongo dije”… el solo sonrió frente al micrófono, maliciosamente, lo que en subtítulos quería decir; “te pillé”.
Con el tiempo continuamos viéndonos, siempre en las calles de Panguipulli. Fuera de Banco Estado, en la vereda opuesta del Restaurant “El Chapulín”, o en frente del Terminal de Buses, en la casa de don Rodrigo Mera.
EL CANDIDATO DE LA HONESTIDAD
Un día salí a caminar por la calle Carlos Acharán en dirección a la Biblioteca Pública donde la genial Olga Nass de la Jara, es reina, y veo en el antejardín de la casa de Don Armando un afiche clavado a dos listones de dos por dos con don tirantes de alambre atornillados a la pared de madera. Ahí aparecía sonriente el Profesor Normalista y Candidato a Concejal. Pensé para mí que era una muy buena alternativa, ya que todos los profesores de Panguipulli votarían por el para tener un representante del gremio en la “Casa del Pueblo”. O yo me equivoqué, o los colegas prefirieron a los Populistas con promesas incumplibles. Armando se negaba a hacer promesas. Su candidatura era desde la honestidad. Solo ofrecería eso. Pero la gente no quiere gente honesta. Este candidato normalista, era y es un consecuente. Prefirió perder a mentir. De hecho no hizo campaña, ya que partía de la base del reconocimiento. Después entendí que en realidad él no era para ser político de carrera, lo habían formado en el seno familiar con una ética y una moral a prueba de todo. También influyó que al parecer partió tarde, y como que llegó último. Se negó rotundamente a ir a los debates. No era lo suyo, pero estuvo en la papeleta. Respecto de lo mismo, nos encontramos un día en la calle y me preguntó que me parecía su candidatura, solo atiné a ser lo más honesto que pude, para no herir sus sentimientos – Le respondí con otra pregunta –
¿Quieres la verdad o la no verdad?-.
Ya chao, me dijo riéndose por la respuesta y se fue.
Pasaron varios años más y me dio por pensar en voz alta, y todo esto recayó en las letras tipografiadas en un computador. Un día nos encontramos nuevamente en la calle y me gritó desde su camioneta en movimiento: «leo todo lo que escribes y me mato de la risa, de hecho me tiro al suelo a reírme, y mi familia cree que enloquecí». Esto quería decir que encontraba que había algo de talento. El año 2017, nos volvimos encontrar, y cada cuanto nos encontrábamos, avanzábamos en su vida, no muy profundamente, pero lo suficiente, para intuir que había algo ahí detrás de este hombre con aire de “Lord”, el educador normalista y toda la carga ética, moral e histórica que significaba pertenecer a ese tipo de docente. La vida siguió su cauce natural y un día pasé de largo al Centro Integral de Adultos Nuevo Horizonte, y lo encontré ahí en una oficina sólo, taciturno y con la mirada perdida, esperando no sé qué “diantres”, y le propuse «cronicarlo»; Acepto, dijo.
LA VOZ FANTASMA
ARMANDO GUERRA STEGMAIER, nació en Valdivia el año 1952. De niño tuvo una voz de privilegio, y participó a menudo en programas infantiles, donde hacía voces para cuenta cuentos y no pasó mucho tiempo hasta que se probó en la desaparecida Radio Baquedano. Se hace cargo de programas con la música de la Nueva Ola Chilena, de treinta minutos de duración, que tuvo tanto éxito que se extendió por dos horas, y luego casi todo el día, los domingos, mientras la ciudad de Valdivia dormía. De niño, en su vieja casa valdiviana se sentaba a escuchar otras voces, de las que aprendió la fonética, los tiempos y la cadencia de los más grandes comunicadores de la época.
Don Armando Guerra Stegmaier, de pequeño, al escuchar por primera vez una radio en amplitud modulada (am), quedó prendado de un sueño y trató de imaginar cómo era esa magia nueva de escuchar hablar a alguien sin verlo. Solo lo había logrado hablando con dios padre antes de dormir desde que sus padres le inculcaron la fe, pero esto era otra cosa. La voz y las distintas voces venían de una caja con perillas, con una conexión a un enchufe. Todos los días al levantarse y desayunar se ponía lo más cercano posible a la radio. Fue tanto que llegó a conversar con su interlocutor, que no le respondía a lo que él le decía o preguntaba, pero igualmente agradecía que alguien le hablara, aunque todo fuera inconexo. Cuando perdió la inocencia (radiofónica) comprendió que nadie lo había tomado en serio. Lo tomó con normalidad, porque al fin y al cabo solo era un niño y los «grandes» no siempre ven cosas que los niños sí.
EL DEJA VU DE “Kilche”
El año 1972 el jovencísimo Armando Guerra, con un traje negro de velorio, perfectamente peinado a la gomina y con una mirada que es y siempre será una mezcla de ironía y parsimonia, descendió del bus carril en el villorrio de Malalhue, que era una calle, y se había equivocado, era en Kilche. Ahí debía aterrizar, pero no se hizo problema, y con la calma acostumbrada, el primer día llegó trotando. Cuando no había en que trasladarse, a lo “Forest Gump”, corría para llegar responsablemente a trabajar.
Había poca o nada de movilización y era un problema trasladarse, de Kilche a Malalhue y viceversa. La Escuela era pequeña, no por ello menos digna, y estaba a orilla de camino. Su Director era Don Vicente Jara, suegro de Don Luis Cuvertino. Un hombre serio, bonachón, profesional y muy buena persona. Don Armando lo homenajea con los ojos.
Un día cualquiera, y quizá sea por el misticismo de Kilche, don Armando Guerra, miró al horizonte y solo vio un espejismo en el horizonte del cual nunca pudo sacar de sus sueños. En ese mismo punto creyó ver la “imagen Vivida” del Padre Sigisfredo de a caballo desde la Ciudad de Valdivia, serpenteando un camino que solo se podía hacer a caballo, serpenteando los ríos, y solo parando a comer y pedir permiso a los mapuche dueños milenarios del territorio. Traía consigo al joven periodista Aurelio Díaz Meza, que ochenta años antes, que según lo que se sabe, utilizó los medios de prensa, en este caso (en 1907 del siglo pasado), el periódico la Opinión de Temuco, (hoy el Diario Austral), y del cual Don Armando Guerra fue corresponsal, donde se plasmaba la visión y relato del Periodista (y Cronista). Los lectores de Valdivia, Temuco y Santiago quedaban impactados ante los vejámenes a los Mapuche de este lado del mundo. Al respecto, el Parlamento de Coz Coz fue una medida desesperada ante un Estado incapaz de resolver conflictos.
El padre Sigisfredo denuncia a Joaquín Mera y un tal San Martín. Poner los abusos a los Mapuche no fue fácil en el contexto de la época, ya que hubo terremoto de Valparaiso, la explosión social del norte, la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique. El parlamento se realizó a principios de enero, y ya para el 29 de ese mes, se conocía la publicación en la prensa y al día siguiente había más artículos con fotografías inclusive del Parlamento de Coz Coz. Armando Guerra, hasta el día de hoy, jura con la mano en la Biblia que en el horizonte vio a unos jinetes que pasaron junto a él, y es más, hasta se saludaron – “Buen día dijeron los de a caballo”. Armando no quiso dejar pasar la oportunidad, y aunque no estaba seguro que fuera real, contestó con amabilidad como correspondía “Buen día”. Así los vio perderse tras la reverberación del sol en el horizonte hacia Panguipulli – Coz Coz. Lo tomó como parte del agotamiento y apresuró el tranco para llegar pronto a su cuarto, prepararse un “harinado”, y tirarse a dormir. No paso mucho tiempo para dejar atrás su estadía Kilche-Malalhue para internarse en el silencioso y polvoriento poblado de Panguipulli.
EL SUEÑO DE QUECHUMALAL

Al poco tiempo de arribar a Panguipulli, se le dio a elegir, y dado su buen desempeño en Kilche – Malalhue, donde seguir desarrollándose y servir en educación hacia las personas. Lo asignaron a la Hacienda Quechumalal.
Recuerda que las relaciones humanas en la comunidad, eran algo que nunca ha visto en otro lugar. Se vivía en plenitud. Era una escuela pequeña, que era en realidad “una Escuela Anexo”. Hasta ahí se trasladó con su compañero de trabajo y profesión, Don Juan Carlos Silva Ovalle. Se debía cruzar a Chan Chan, donde estaba esta Escuela, donde se cruzaba en bote el Río Enco. Posterior a ello, Quechumalal fue deshabitado, y las familias terminaron viviendo en la Población Lolquellén, en Temuco, y muchos cruzaron la Cordillera de los Andes, hacia Allende – Los Andes.
LA PRIMERA RADIO DE PANGUIPULLI
Pasaron los años, y la radio fue un lugar natural y una inquietud para este hombre conversador. El haber estudiado para ser Profesor Normalista le dio una estampa y prestigio, ya que los que pasaron por esta escuela de grandes educadores en Chile, américa y el Mundo, llevaban consigo una misión, el hacer del mundo un lugar habitable. La misión era formar mujeres y hombres para que la humanidad sea más humana. Ingresa a la Escuela Normal Camilo Henríquez. Estudió seis años, desde 1968 a 1973. Al poco tiempo de llegar a la comuna, se reconoció en él una «voz privilegiada».
El proyecto de radio comenzó cuando Don Jorge Figueroa Miranda, un apasionado hombre de radio difusión, pasó por Panguipulli, y le gustó tanto que decidió instalarse con una Joyería, además ya contaba con una Radio en Villarrica y Pitrufquén. Alguien le contó que don Armando Guerra tenía cierta experiencia en radio, en su vida anterior en Valdivia, por tanto se dio a la tarea de ubicarlo hasta que lo logró. Ahí le propuso liderar este proyecto de la primera radio en este pueblo olvidado. A la voz, Armando Guerra le brillaron los ojitos y aceptó de inmediato. Y se dio a la tarea de formar un equipo. Ahí apareció en la historia Don Luis Gangas, Don Miguel Espinoza, entre otros. No pasó mucho tiempo, y de un día para otro ya se instalaba en lo que es hoy el Laboratorio Frilab, frente a la Notaría, estaba la primera Radio de Panguipulli.
Dos personas eran los controladores y “Arse” Guerra la voz. Uno de los controladores era elSr. Luis Gangas, “manos rápidas”, por su habilidad con los controles y lo veloz que era para colocar al instante los vinilos de las canciones que las familias tarareaban en casa. La radio fue y es fundamental en un lugar como Panguipulli, otrora desconocido. En esos años no había otro medio masivo para enterarse como iba el mundo más allá de la salida a Lanco. Solo la gente “pudiente”contaba con televisores, y que los pocos que habían eran a transistores, o a tubos. Las primeras pantallas era solo en blanco y negro, hasta que a un inteligente se le ocurrió fabricar una pantalla que se amarraba detrás de la televisión, y caía sobre la pantalla. Era de tres colores horizontales y solo así se podía ver en color. Verde arriba, rojo en el medio, y amarillo en la parte inferior. Así la radio comenzó a conectar a Panguipulli con el mundo. Uno de los iniciadores de esta aventura radiofónica fue Don Miguel Ángel Espinoza, que contaba con un Centro de Llamados y hacia la conexión con una antena de once metros de Radio Aficionado, lo que permitía conectarse con el interior de la comuna. Como no había teléfonos, el enlace se hacía a través de los micrófonos de la Radio. La radio a su vez, conectaba con radios de Santiago, y las personas podían enviarse mensajes, recados, propuestas de amor, felicitaciones por nacimientos y cumpleaños, los “sentidos pésame” por la pérdida, o avisos de “mañana viajo o viajamos”, tengan lista la carretilla o los bueyes para que nos vayan a buscar al terminal.
LAS CARTAS AMARILLAS
La radio fue tan importante y cercana con la gente que vivía alejada de la ciudad, donde no habían medios de transporte, caminos sin pavimentar, donde “el cartero” no llegaba, ya que las cartas en un principio eran enviadas de todo Chile y el extranjero al Correo Postal (oficina de correo), y que la gente bajaba una vez por semana, quincena o mensual a pueblo, a comprar víveres y todo lo necesario para la casa y el campo. Básicamente, harina blanca en quintal, aceite, yerba mate, velas, pilas (infaltable) para la radio, cigarrillos, cuajo para el queso, harinilla, y de paso, escribían como podían, de puño y letra cartas o mensajes en delgadas esquelas, que por el paso de los años terminaban por la oxidación natural de las cosas, en color amarillo, y que eran leídos al aire por la voz de Armando (arse) Guerra y la tropa de locutores que vinieron con los años, y que todos escuchaban. También pedían canciones que dedicaban a otra persona. A veces con nombre verdadero y otras, con un seudónimo, que la otra persona sabía quién era.

Un día decidieron hacer una radio propia, que no dependiera de Don Jorge Figueroa Miranda. Así nació Radio Paraíso. Le decían “la Gusano” porque funcionaba solo para la manzana, ya que la señal era corta. Esta naciente radio emisora, fue como la “Universidad de las Comunicaciones” en esta rural y aislada comuna, para los hoy conocidos y reconocidos “locutores” y “Comunicadores Sociales” como son Edgardo Berrocal, Erwin Puente, Erwin Aedo, Rafael Soto, Roger Pérez, Miguel Toledo, Ricardo Zúñiga, entre otros. Después aparecerían otras propuestas de Radio. El mismo Pablo Sandoval, en su paso por la radio, fue instado y de alguna manera inspirado para estudiar periodismo.
Para Armando Guerra la radio era -es y será- una forma de vida. Su consigna es que la radio es (o debiera ser) un medio que “informe, eduque, y entretenga”, aunque reconoce que no siempre se cumple. A modo de reflexión y mirando a la nada durante esta entrevista sentencia, “La vida de locutor de radio era de bohemia, y terminaban empobrecidos”.
La primera radio de Panguipulli, fue la que le abrió el camino a los futuros proyectos. Después, recuerda, apareció la Radio México, la Lagos Del Sur, la Radio Ambiente que trocó en radio “Acústica”. Hoy existen otras propuestas como la Radio Picarona, la Radio Pop Music, la Calafquén Radio de Coñaripe, la Nativa en Neltume, también hicieron lo suyo radios comunitarias como la que se emplazó en la Sede Social de Tralcapulli hace quince años, y la Radio Wuallón.
LA PRIMERA FRASE QUE SE DIJO FUE…
Todo listo y dispuesto, Don Luis Gangas en los Controles, y en un momento, se miraron con Armando Guerra, y coincidieron en la mirada, lo que significaba que vamos al aire: Armando Guerra no había podido dormir la noche anterior pensando en que diría en este nacimiento, y recordó cuando PARLABA solo con el transistor cuando era pequeño.
En la mañana se levantó con las lagañas pegadas (sic); sólo despertó después de una ducha fría y se dirigió a la naciente radio, antes anotó en una hoja a cuadros la frase. Vamos dijo el radio controlador, “Arse” Guerra impostó la voz y lo primero que se escuchó en la Voz de Armando Guerra Stegmier fue:
“Desde el Paraíso de las Rosas, en la Décima Región de Los Lagos, sur de Chile, trasmite Radio Panguipulli. Vamos al primer tema musical: “Juntos” de Paloma San Basilio”.
Gracias profesor por la oportunidad.
Jorge Muñozo.
Panguipulli/Coñaripe, 26 febrero 2019.
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