Crónicas de Muñozo | Mariela Anabalón: “Educación de excelencia y corazón”


Crónicas de Muñozo | Apenas comenzaba el siglo XXI un día decidí viajar al sur y conocer “a pata”, que es la mejor forma de conocer, los pueblos que aparecían en un mapa de la Región de Los Lagos en esa época. Hoy es Región de Los Ríos. Solo elegí al azar y apareció como por arte de magia ante mis ojos un nombre, Panguipulli. En un primer momento me sonó a Collipulli, para salir de dudas revisé un mapa y ahí salto la diferencia. Este lugar estaba en la precordillera, entre Temuco y Valdivia y contaba con siete lagos, detalle decisivo para viajar. Además ya había bailado más de una vez la mítica cueca que había escuchado desde niño en las radio Portales, Radio Chilena o la Radio Colo Colo. Bueno no importa, en esa canción se describe estos suelos.

Al llegar comprendí que no sólo eran 7 lagos, sino que mucho más. Después de un largo viaje, al llegar no esperé un solo momento y comencé a recorrer sus calles, en general en muy mal estado, cosa que no ha cambiado mucho, donde los locales que destacaban eran todos o casi todos de un piso, de material ligero y pintados de un verde manzana, otros barnizados, algunas de color azul con blanco. En resumen un pueblo sin muchos colores. Estamos hablando del año 2001, comienzo de un nuevo siglo. En el comercio destacaban las  ferreterías Tohma, Jaramillo, y la naciente Ferretería Campero, tal vez la más cercana al mundo campesino por el nombre. Después con el tiempo aparece una pequeña Ferretería llamada Don Jorge en pleno Martínez de Rosas. Ya en el centro del pueblo (ahora ya mas ciudad) y buscando donde tomar un café, aparecían algunos locales sin gran inversión, que eran visitados por el mundo campesino para comer algo a la pasada. También existían restoranes  para el naciente turismo. Lo que más me llamó la atención fue que invariablemente, en toda estación del año el comercio cerraba  a las 19:00 horas. Estos locales tenían un origen de corte familiar, donde trabajaban todos, siendo heredados de generación en generación. Los días lunes, miércoles y viernes las calles se atiborraban de personas que llegaban desde la zona rural, en buses viejos y descoloridos. Los campesinos venían semanalmente en búsqueda de avituallas y abarrotes para llevarlos al hogar. Estos compraban su mercadería en locales tradicionales, no tanto por la economía, sino por la atención personalizada, y porque sus padres y abuelos también lo habían hecho así. La gente del campo, mientras más alejados vivían de la ciudad, menos entraban a los incipientes Supermercados, ya que la atención la consideraban fría y distante.

En el lugar donde hoy ubicamos el Supermercado Unimarc, estaba el mítico Hotel Central, una infraestructura preciosa, con cuartos altos, escaleras de madera trabajada que “chirriaban” a subir. Estuve dentro conversando de la vida con Don Raúl Navarrete, que cuando se dio cuenta que el destino de Panguipulli era el Turismo a baja escala, en cabañas, decidió vender el hotel que a los días ya estaba siendo demolido y muchas puertas y ventanas, artefactos de baños y otros fueron vendido a personas que estaban construyendo. Tuvieron por tanto una segunda vida, sin contar con la venta de maderas nobles, “apellinadas”. En esa misma calle , Pedro de Valdivia, frente al hotel, se puso un “Pub”, un lo cal nocturno llamado “Safari”, nombre algo extraño para estas tierras. Fue el tiempo donde la ciudad fue ganando fama gracias a los viajeros, que mas de alguno se quedó a vivir y hacer patria. De un día para otro, apareció donde se encuentra hoy en día el Servicentro Copec, un café de corte alternativo, precioso. Se llamó (obviamente) Café de la Plaza. Ahí asistía a diario a disfrutar de un buen café y escribir los primeros bosquejos de lo que más tarde, quince años después, “Cuentos al Merkén”, editado hace dos años. Una garzona al llevarme un café cortado me preguntó que hacía, y como un presagio le contesté simplemente “escribo”.

Panguipulli aún no tenía una tradición del buen café, por tanto al tiempo cerró y ahora se vende gasolina y café, pero no de grano, solo ese café de máquina. En un costado de ese Café se colocó un local de artesanías, algo parecido a lo que hoy es Casa Bermellón, pero a pequeña escala. En la calle Pedro de Valdivia hay locales estratégicos que han perdurado, ya que sus dueños leyeron bien la realidad social y económica de la ciudad, donde los que más consumen son los campesinos y mapuches. Por eso en esa céntrica calle aún existe un local llamado Harinas Allipen y a su lado el local “Frutos del País Don Chamy”, que vende, además de alimentos para perros, gatos, y gallinas, vende frutos secos, tan en boga por estos días, identificados como “Super Alimentos”. Dos locales que fueron emblemáticos del centro de la ciudad fue la famosa Panadería “PanguiPan”, al costado del Banco BCI, y bajando por Martínez de Rosas, pasado los semáforos, “El Pollo Rey”.

Estudiantes y campesinos y dueñas de casa pasaban a comer algo rápido. En cambio en los emporios, se partía conversando del tiempo, la familia y generalidades que permitían ese vínculo de la palabra. Hasta podían dejar encargados sus bolsas y cajas, a las que le colocaban el nombre o apodo si es que había más confianza, el quintal de harina, la chuica de vino, el cuajo para hacer el queso. Estos almacenes, de los cuales aún existen algunos como Thoma, era una copia de los tradicionales “emporios” italianos, que existen o existían en estos pueblos fronterizos y olvidados. Además de mercaderías, se podía comprar colchones, juegos de lozas, detergentes, y harinilla para los chanchos. Como alternativa, o algo intermedio entre el supermercado estaba el mini mercado “La Pirámide”, un local estratégico por su ubicación frente a la Plaza Arturo Prat. 

Un lugar referencial de encuentro y conversación entre los parroquianos. Más allá, en la esquina de la Calle Matta con Pedro de Valdivia la más tradicional verdulería “La Chacra”. Un nombre que se ligaba directamente con lo que vendía. Las frutas y verduras traídas del norte, eran y son más baratos que los supermercados. La gente del campo, a veces, para hacer la hora pasaba a “servirse” algo. Ese algo podría ser una chupilca, una cerveza en los días de calor o bien un almuerzo cuando el hambre arreciaba, sino un medio pato de tinto. Esos tres días los buses hacían entre dos y hasta tres viajes. En el Terminal de buses se dejaba encargados los bolsos, bolsas, paquetes y quintales de harina y los vecinos que se habían levantado temprano “para bajar a pueblo” buscaban un lugar donde almorzar y que lo les saliera tan caro. Un local emblemático y que tiene muchos años es un almacén llamado “El Campesino”, que se dio maña para ser alternativa a la competencia de los supermercados. El que tenía más recursos pasaba al “GardyLafquén”, o al “Chapulin”, que en verdad su clientela es el turismo o los viajantes de paso. Los  demás entraban a comer cazuelas, porotos y lentejas, o un café con sopaipillas donde “la Canchi” y “el viajero”, o el restaurant Porvenir de la Familia Chelén, que hace pocos meses fue consumido por el fuego. Cerca de ahí, la distribuidora de licores “El Morro”. El mundo campesino poco a poco fue ganando espacios para la comercialización de sus productos como el merkén, los catutos, el muday, hierbas de todo tipo, que prometían alivianar todas las dolencias. En ese tiempo se instalaban con lo que podían en Pedro de Valdivia con calle Matta. Poco a poco fueron creciendo y hoy, después de muchos años de gestiones, tienen un espacio digno detrás del Terminal de Buses, y a continuación de la infraestructura que hoy es el conocido espacio Mapuche Trafquintuwe y que antes de 1973 fue de Ferrocarriles del Estado, donde estaba la Población “Carrucha”, (según Don Roger Pérez, Carruncha calificativo para los obreros de Ferrocarriles). Posterior a ello a 1973, fue bodega y Oficinas del Complejo Maderero. En su momento también sirvió como parte del Internado del Liceo (C11), actual Fernando Santivan.

En la década del 2.000, Panguipulli comenzaba a desarrollarse en ámbitos del Turismo y el fomento productivo y la Participación Ciudadana. Nacieron proyectos emblemáticos que permanecieron en el tiempo y fueron parte de la gestión del Alcalde Alejandro Kholer Vargas, y que hasta hoy son parte de la vida de los habitantes de este pueblo. De un día para otro la Municipalidad inauguraba la Oficina Municipal de Desarrollo Económico Local (OMDEL), la Oficina de la Mujer, y la Oficina de Turismo, la Oficina Comunal de la Juventud, entre otras. Estas instituciones fueron tan importantes que en pocos años se convirtieron en un modelo de gestión a seguir por comunas vecinas. Lo bueno de la ciudad es que en pocas cuadras estaba todo, por tanto uno llega a todos lados a pie. No había tantos autos. En pocas cuadras están concentrados la mayoría de los establecimiento educacionales. Al costado de la Iglesia San Sebastián el Liceo Padre Sigisfredo, en la salida hacia Coz Coz el Liceo Fernando Santivan, y a su costado el Liceo Gastronómico People Help People. El Liceo Altamira aún no existía. Ni decir de algún instituto profesional. Varias instituciones hicieron el intento de instalarse, más ninguno se ninguno se concretó, hasta muchos años después se instaló el Instituto IPG.

Entre las Escuelas existentes  estaban la escuela Ernesto Pinto Lagarrigue, la Escuela María Alvarado Garay y la Escuela N°62. Las dos primeras dependientes de la Corporación Municipal. La última del Magisterio de la Araucanía. En esta última MARIELA ANABALON VARGAS hizo toda su enseñanza básica, sin saber que los años, la vida, la vocación y el talento la instalarían en lo más alto de ese establecimiento educacional. A decir verdad, este establecimiento no destacaba, mas sobrevivía, ya que la matricula no abundaba. De hecho la mayor parte de sus alumnados (y aún lo es) de la población Lolquellén. Hoy en día esto ha cambiado significativamente y familias de otros sectores de Panguipulli envían a sus niños a ese renovado establecimiento. La incorporación de furgones escolares concesionados ayudo a que los niños cercanos a la ciudad, de sectores rurales colindantes, pudieran llegar a este y otros establecimientos, eso sí en desmedro de la educación rural. Las más empoderadas tenían sus propios niños.

LA FAMILIA ANABALÓN

Mariela Anabalón Vargas creció en una familia pequeña, y por ello unida como no había otra. El matrimonio constituido por Don Luis Humberto Anabalón Saez y la Sra. Sra. Carmen Elizabeth Vargas Palma tuvieron tres hijas. Mariela de las Mercedes, Claudia Elizabeth y Patricia Soledad. A la familia se allegaba el hermano mayor de Don Luis, el conocido y recordado Profesor Normalista Don Manuel Anabalón Sáez, Director de la mítica Escuela Ernesto Pinto, que hoy a manera de reconocimiento por los años de formación de niños y niñas y de lucha por una escuela nueva, después de varios años logró que se construyera una nueva escuela, sólida, majestuosa y cómoda, y que hoy, después de fallecer este gran director, lleva su nombre. Era natural entonces que su sobrina siguiera sus pasos en servir  al prójimo a través de la educación.

Los hermanos Anabalón Saez provenían de la Ciudad de Chillán, y la Sra. Carmen Elizabeth de San José de la Mariquina. Los Hermanos Anabalón llegan a Panguipulli el año 1968.

Don Manuel era Profesor Normalista y con su hermano Luis quedan muy niños huérfanos de madre, y su padre se da a la tarea de darles las herramientas para que fueran personas de bien y profesionales. Ellos tenían una buena  estrella,  la que los trajo derechito a Panguipulli. Don Luis Anabalón había estudiado en el Liceo Comercial de Chillán la carrera de Contabilidad y Agente Viajero y se especializa en dactilografía y redacción, lo que lo lleva a trabajar como Secretario de la Gobernación establecida en Panguipulli.

Posterior a ello trabajó un tiempo en la Estación de Servicio Copec, y luego en la Municipalidad de Panguipulli, hasta que lo invitan a trabajar en la Planta Dos Álamos de la ciudad hasta su cierre definitivo. Don Luis desde muy joven tuvo el don la palabra, un conversador exquisito, que no le hacia el quite a ningún tema, sin contar con la necesidad de estar siempre haciendo cosas. Según Mariela su papá era muy activo. Si hasta en la mesa no se podía estar quieto.

No tardó en convertirse Dirigente Social de Clubes deportivos, de colegios y liceos. Si hasta candidato a concejal fue. No jugaba a nada, pero término siendo un fanático del Básquetbol, que junto a su amigo inseparable don Patricio Yantani, se las ingeniaban para organizar torneos y hacer que la población adoptara este deporte. 

Fue tanta la pasión por este juego de pelota, que consiste  en acertarle a un aro, que perece fácil, pero no lo es, lo llevó a aprender todas y cada una de las reglas de este juego, que llegó a tanto que hasta las podía recitar con los ojos cerrados, y como si no fuera mucho, se hizo árbitro, actividad que impartía con tanta justicia, que los equipos lo pedían. Mas eso no le impedía estar siempre al lado de sus hijas, que lo recuerdan como un hombre y padre siempre presente, a tiempo completo. Su esposa la Sra. Carmen Elizabeth Vargas Palma se integró la familia que formaban estos hermanos humanistas e inquietos.

EL TÍO MANUEL ANABALÓN, UNA HUELLA IMBORRABLE

Don Manuel Anabalón Sáez, Profesor normalista, y tío de Mariela Anabalón Vargas,  nacido en Chillán, fue una huella imborrable para esta directora de uno de los establecimientos educacionales más exitosos de la comuna. Ella siempre estuvo atenta a la larga y prestigiosa trayectoria de su tío.

Don Manuel nunca se imaginó dejar una huella indeleble en Panguipulli y en generaciones de niños y niñas, cunado junto a su hermano, Don Luis, un día tomo el primer tren que paso por la estación de Chillán y se bajó en Lanco, desembarcando en Panguipulli. Pasó por varias escuelas en la zona interior, marcando su trayectoria en la Escuela de Puyehue. También   fue Gobernador de Panguipulli hasta 1973. Se cuanta que a punta de bueyes trasladó una casa hasta Puyehue, ahí la agregó como una sala de clases y a la vez comedor. Con el tiempo tomo la dirección y el destino de la Escuela Ernesto Pinto Lagarrigue, liderando un potente grupo docente y de profesionales de la educación, marcando a generaciones y generaciones que pasaron por sus aulas. Su legado hoy es una infraestructura gigante, moderna y con comodidades nunca antes imaginadas en su modesta escuela, donde aún se recuerda sus aulas de madera.

MARIELA ANABALÓN VARGAS Y DON GUIDO ARRIAGADA

LA DIRECTORA DEL CENTRO EDUCACIONAL SAN SEBASTIÁN, Mariela Anabalón Vargas es titulada de Profesora de Educación General Básica, con Mención en Castellano. Licenciada en Educación. Estudio en la Pontificia Universidad Católica, Sede Villarrica. Además con los años, y aunque tenía múltiples responsabilidades laborales, se da el tiempo para seguir estudiando y titularse como Magíster en Educación.

Al principio no fue fácil entrar en el mundo de la educación. Al principio postulo a varias escuelas municipales, e increíblemente la rechazaron  por falta de experiencia. Al mismo tiempo un profesor conocido le ofrece trabajar en Teleduc en Temuco, que era un programa de educación y capacitación de adultos, y que los días domingo el canal 13 explicaba a través de representaciones teatrales lo que los alumnos  habían leído en libros que la Universidad Católica enviaba a sus casas previamente. El año 1997 surge la posibilidad de trabajar con Don Guido Arriagada, que era Director de la Escuela Particular N°62 de Panguipulli, actual Centro Educacional San Sebastián, como profesora de Castellano (lenguaje) en 7° y 8°, y 1° básico. Al mismo tiempo trabaja en el liceo Fernando Santivan en la Jornada Nocturna con alumnos de tercero y cuarto medio en la asignatura de español instrumental en Educación para adultos donde atiende a personas con aspiraciones de surgir en la vida y jóvenes en reinserción social, que para aminorar sus penas impartidas por la justicia, tenían que terminar sus estudios medios.

Con Don Guido Arriagada trabaja codo a codo desde el año 1997 hasta el 2010, inesperadamente este gran profesor fallece. Mariela debe asumir como Directora interina, ya que para ese tiempo ya era Jefa de la Unidad Técnico Pedagógica del establecimiento y  asumió ese cargo transitoriamente. Ese mismo año, en diciembre se somete al concurso para ocupar el cargo. Sorpresivamente, recibe el incondicional apoyo de apoderados y docentes, incluyendo a los profesores que de pequeña la habían educado en esas mismas aulas. Antes de asumir, sigue los consejos de su papa y su tío, y el legado de su querido y respetado jefe Don Guido Arriagada, que sin dudarlo le fue sembrando el camino que hoy cultiva. Cuando Mariela le comenta  a su padre este nuevo desafío, Don Luis, le toma una mano y le dice  “Toma el desafío hija, trabaje como siempre hasta fin de año y después Dios dirá”. Esta joven profesora escuchó atentamente lo que le dijo su padre y asumió el desafío.

Mientras ejercía como Directora interina, los apoderados de todos los cursos se habían organizado sin que ella supiera, habían elaborado cartas solicitándole que se presentara al Concurso para directora. No lo creía, todo la tomó por sorpresa. Esto fue coronado con otra carta, escrita a máquina (de escribir), y firmada al reverso, donde sus colegas profesores hacían lo mismo que los apoderados, a lo que ella contesto sorprendida y agradecida y les manifestó que “tenía que ir a concurso por el cargo, y que como es un concurso, estaba dentro de las posibilidades el no quedar”. Ellos no lo creyeron. Como los apoderados y profesores creyeron, Mariela Anabalón ganó el concurso para Directora. Cuando fue ratificada en el cargo por parte del Magisterio de la Araucanía, se informó a la comunidad escolar que efectivamente ella entre muchos postulantes había sido la primera en todo. Esa misma tarde, Mariela Anabalón Vargas, heredera de una estirpe de profesores normalistas, quería hacer honor a su familia y cita a una asamblea de apoderados y docentes del establecimiento para agradecer por las muestras desinteresadas de cariño y aceptación. Todos en su fuero interno querían que la escuela, donde muchos de ellos se habían educado y querían que sus hijos y nietos también lo hicieran, fuera un éxito de gestión y sabían que esta mujer silenciosa y suave podía con este proyecto.

Hoy la escuela tiene cursos que van de pre básica a octavo año. Además de un curso de educación especial, donde asisten niños y niñas con necesidades educativas especiales.

El año 2010 recibió el establecimiento con 347 alumnos y hoy, en 2019, casi diez años después, cuenta con una matrícula de 802 niñas y niños.

Esta destacada profesional, a diario plasma en su corazón la entrega a la educación y ello por la gratitud a su pueblo que la vio crecer, y ser la mujer líder que hoy es. Más que nunca, Mariela, Directora, mujer, hija,  madre y hermana, más que nunca cree en sus convicciones, y si tiene una convicción heredada de su familia es creer que el dinero no hace falta a la hora de cumplir los sueños, y que el trabajar para los demás dignifica a ser humano y que su vocación de servicio se basa en creer en todos y buscar siempre ser los mejores, y eso la ha llevado a un sitial que no buscó, se lo ganó con el trabajo humilde en favor del prójimo, y eso se ve reflejado en sus logros.

Cuando asumió el año 2010 la dirección del Centro Educacional San Sebastián se juramentó que sería el mejor, y no para competir con otros, sino porque cada niño y niña que se atiende en el establecimiento la mayor parte del año, sino que para que la familia de ese niño y niña, crea en ellos y en nosotros.

EPILOGO: Conocí hace pocos años a Mariela Anabalón Vargas, y me llamó poderosamente la atención la evolución en la gestión de lo que fue la Escuela N°62, y que lo convirtió en el Centro Educacional San Sebastián, establecimiento educacional con un proyecto concreto y que necesitaba de un líder para guiar sus pasos. Su lidereza, una mujer profesional,  que supo trabajar en equipo y elegir y mantener a profesionales de excelencia comprometidos/das con la educación, y que hoy es un faro para otros proyectos educacionales.

GRACIAS MARIELA ANABALÓN VARGAS

Panguipulli, Julio 17 de 2019.